dilluns, 20 d’agost del 2018

Escritura automàtica II

El mal ya ha salido. Encuentras tus angustiosos tallos envueltos en celofán tras la marquesina. Siempre recuerdas cuando no tienes ganas. Eso es fácil. Mañana recibiré tus temores y me bañaré con ellos. Tierra libre. Olivos hirustos. Convulsión eterna. Las llaves recogidas en el firmamento. Frágiles y llanas como un monito. Aviva con fuerzas y gana por dentro.

dilluns, 13 d’agost del 2018

Madre

Madre. Madre entregada. Madre mal recibida. Me das oxígeno y te ahogo. Me das comida y te escupo los restos. Me limpias y te ensucio.

Te enfadas. A veces te enfadas. Y entiendo que te sacudas, me inundes con tus lágrimas y me quemes con tu furia. Aún es poco para lo que merezco.

Madre. Madre paciente. Madre maltratada a prisas. Me acoges en tus carnes, tus márgenes y tus costuras. Te abuso, te quemo y te destruyo.

Y tu, aguantas. Y sigues cuidándome, sigues ofreciéndote y sigues dándote entera. Me regalas aromas, sabores, texturas y perfectas visiones.

Ya hace mucho que lo sabes todo. Y cuanto más te mato, más vida me das.

Debes quererme como yo jamás lograré querer a nada ni a nadie.

¡Ay, Madre!

Evocaciones I

Sacar las pequeñas instantáneas de un sobre olvidado me hizo retroceder a aquel día de un diciembre difícil en el que mi pareja, nuestra hija, mil ilusiones y yo esperábamos pacientemente en la planta de maternidad del hospital de Manises. Cuando nos tocó el turno, entramos en la consulta y saludamos a la ginecóloga y a la enfermera. Después de quitarme la ropa y ponerme el camisón, me acomodé en la camilla  con la sonrisa todavía viva. Recuerdo mirar a mi hija y hacerle gestos de ilusión. Era la primera ecografia de su hermano o hermana a la que venía. No la habíamos traído antes por miedo a que la cosa no saliera bien, pero ahora ya podía venir. Ya no podía salir nada mal. Recuerdo el gel frío en mi vientre y el roce suave del ecografo. No podía ver la pantalla y me moría de ganas. La ginecóloga frunció el ceño y a mi pareja, cogiendo la mano de nuestra hija mayor, le cambió el semblante. No me miraba, pero yo entendí que dejaba marchar las ilusiones que nos habíamos traído. La ginecóloga negó con la cabeza, seguía estudiando la pantalla que yo no podía ver. Me impacienté y quise corroborar rápidamente que todo iba bien, porque todo iba a ir bien, ¿verdad?. “¿Está bien?” Le pregunté a la doctora. Ella empezó a negar de nuevo con la cabeza. “No. No hay flujo sanguíneo. No hay latido” me dijo. ¡Ay, nuestra ilusión! Una explosión caliente me recorrió el cuerpo de abajo a arriba, concentrándose en mi vientre, mi pecho y mi cabeza. Mientras iba asimilando el vacío, iba sintiendo las ganas de llorar, de gritarle “¡No, mentira! Te has equivocado. ¡Ese ecógrafo no va bien!”. Pero reparé en mi niña, que estaba allí esperando que alguien le explicara a qué se debía la tensión que asfixiaba el ambiente y solo acerté a sonreírle y decir “oh, ¡qué pena!”. Salimos de la consulta con unas pastillas abortivas, aguantando las ganas de llorar y con muchas ilusiones muertas en mi vientre.

Deducciones a partir de una lista de la compra


- 3 paquetes de salchichas
- pañales
- huevos ecológicos
- tarta de cumpleaños
- infusión de tila
- protector solar
- cerveza sin alcohol.
- 3 teléfonos móviles.
- un vestido de época.
- una brújula.
- un diccionario alemán-español

José Juan es un soltero de mediana dedicado en cuerpo y alma a sus mascotas. Siempre tiene a punto las salchichas para Cobi, su cruce de
bichón maltés. El pobre Cobi, a su avanzada edad (ayer celebraron sus quince, tarta incluida) tiene muy poco control sobre sus esfínteres. Pero
José Juan se encarga de ponerle (sobre todo polas noches que es cuando menos controla elpobre Cobi) un apaño de braguitas perrunas que rellena con absorbentes de pañales de bebé.
En el jardín tiene otra mascota en semi-libertad, pero no por ello menos atendida. Loli es una culebra de escalera que apareció un día por el jardín trasero de José Juan y ya no ha faltado jamás a su cita diaria al ver que, en lugar de ser
recibida con gritos y aspavientos, el comité de bienvenida eran seis deliciosos huevos eco en formación.
Al observar a José Juan tomando su tila
mientras hojea un diccionario alemán-español sentado en su jardín trasero, podríamos deducir que, probablemente, es un señor con bajos
niveles de vitamina D (a juzgar por la capa blanquecina que recubre su piel), con tendencia a la ansiedad y con ganas de aprender un nuevo idioma.
Más tarde sigue allí sentado con dos hombres tomando cerveza sin alcohol. Les da un móvil de prepago a cada uno y les enseña un traje de época y una brújula. Ese será el vestido que llevará para la fiesta de cumpleaños sorpresa de su hermana: el disfraz de Karl Mauch (explorador alemán de los años 20). Junto con con su cuñado y otro amigo, se disponen a organizarlo todo de la forma más discreta posible.

Palabras inventadas I

ARCADEMIA: Lugar en el que se enseña sobre
los periodos antiguos.
POSQUITO: Mosquito que sólo pica "un poquito".
ZURRACA: Ave de la familia de los córvidos que
se defiende dando golpes con su cráneo.
HAMSTIRCUITO: Conjunto de juegos y
obstáculos preparados para hámsters.
MEJEDORA: Silla basculante preparada para

La brisa

La brisa marina me golpea en la cara y revuelve mi pelo. Gracias a esto, puedo relajarme un poco de la rutina estresante mientras me mece el viento. Las gaviotas también se dejan mecer, suspendiéndose en el vacío con las alas abiertas. Si una de ellas sube más alto, verá  una macedonia de colores a la orilla del mar. Sombrillas, cubos, toallas, bikinis, gorras... Todo un conjunto de elementos veraniegos que han encontrado su lugar en el momento preciso.

Y el Goya es para... (microrelato I)

Y EL GOYA ES PARA
A ella le desconcertaron los resultados cuando abrió el sobre. Esperaba ver el nombre de alguna de las nominadas al Goya a la mejor actriz. En lugar de ello, se encontró con tres frases que paralizaron su mundo. Levantó la vista del papel y vio al público entregado y expectante.
Su ojos dieron directamente con los de su marido, que le hizo un gesto de ánimo con la cabeza.
Buscó a Hugo Ivars, el actor adolescente del momento, pero no lo encontró entre la maraña de rostros que estaban fijos en ella. Miró a su compañera que sonrió nerviosamente mientras fruncía levemente su expresión en busca de alguna explicación. Mariona empezó a sudar. El corazón golpeaba su pecho a un ritmo frenético. “¿Qué hago ahora? ¿Cómo salgo de esta?”
El contenido del sobre no podía verlo nadie bajo ninguna circunstancia y ella no podía improvisar porque no sabía quién era la ganadora. Empezaban a oírse murmullos y su compañera le tendió la mano ofreciéndose a leer ella los resultados. “¿Qué puede ser más
humillante?” En un arrebato de locura, rompió la tarjeta en pedacitos, se metió unos cuantos en la boca y empezó a masticar. El público exclamó, llevándose las manos a la boca. Algunos reían y sacaban los móviles para inmortalizar el “momentazo”. Dos muchachos de la
organización salieron al escenario y la acompañaron al backstage. El director de la gala apareció apartando a gente y gritando “¡Mariona! , ¿qué ha pasado?” Ella aún masticaba.
Agachó la cabeza pensando que por nada del mundo entregaría aquella nota firmada por Hugo Ivars en la que decía “No me arrepiento de lo de anoche. ¡Te necesito!, ¿Ves cómo puedo llegar a ser un romanticón ;)”.

Escritura automàtica I

Propongo dejar de hacerlo. ¿Cuántos días hay que esperar más? La noche invierte mis pensamientos y junto cazuelas de cobre encontradas junto a un fogón. Dale fuego a tu cariño y olvida el toro pasado. Más que nadie deberías saberlo. Ajustando estrechas cabañas de tu pensamiento. Ribetes azulados decoran mi tronco. La luz del día pierde tonos cuanto más te amo. Abre las pinzas y tómame. Bebe las fuentes y escucha el rugido. Inerte y cansada. Rezumo agonías. Tapaderas de zumos y encuentros reales. Las diez, hora de irnos. Llámame y anota todo cuanto te diga. Qué risa de desfachatez ignorante. Avísame y despídete. Trazos, notas y suspiros.

Me gusta

Me gusta el olor del azahar que llega hasta mi terraza en las noches cálidas, el ronroneo de mi gato cuando está agustito, quedarme embobada mirando las caras de mis hijas cuando duermen, que me crujan la espalda. Me gustan los sándwiches solo con ketchup, ir de terrazas con los amigos, las luces de las ciudades por las noches, observar a las hormigas, los higos recién cogidos del árbol, las siestas atrapantes cerca del mar. Me gustan las risas de mis niños cuando hago tonterías en clase y sumergirlos en los cuentos haciendo diferentes voces. Me gustan los eternos audios de WhatsApp de mi amiga Ana y los de mi amiga Noe, que no pueden pasar de un minuto cada uno. Me encanta fotografiar insectos, flores y personas. Me gusta la sensación de falta de aire cuando me emociono mirando a mis hijas. Me gusta descubrir caminos y carreteras conduciendo sola, mirar las etiquetas de los alimentos, el té kombucha, las historias distópicas y post-apocalípticas. Y las policíacas, también.